viernes, 15 de mayo de 2009

Por qué puede ser una mala idea gastar

La crisis económica global que comenzara a manifestarse hace ya más de un año tiene orígenes mucho más remotos que la interrupción abrupta en el ciclo de generación y distribución de hipotecas subprime.

El análisis de los estándares utilizados para incentivar la toma de créditos para la vivienda en algunas economías desarrolladas reveló fallas profundas de los supervisores, y que son probablemente más relevantes que los errores preexistentes que pudiera tener la regulación. No hay peor legislación que aquella que no se hace respetar. Mucho se ha escrito al respecto por lo que no es la intención de esta nota volver sobre lo mismo.

En el último tiempo, lo urgente pareció desplazar a lo importante y es en este sentido que resulta particularmente interesante el cúmulo de anuncios de paquetes económicos con los que se alega que se busca sacar las economías de diferentes regiones del mundo de la virtual parálisis actual.
Sin embargo, en todos, o la gran mayoría de los casos, parece que los responsables de la política económica se olvidan que la economía no es sólo el presente (mucho menos el pasado), sino el futuro, y fundamentalmente las consecuencias que estas decisiones para la coyuntura actual tendrán más adelante.

Pocos economistas han alzado la voz sobre las responsabilidades que les caen a los países que no han podido controlar su gasto (público y privado) en las últimas décadas, particularmente en el caso de Estados Unidos.

Llevado a la economía del hogar, uno no puede vivir de prestado toda su vida, el almacenero, el diariero, el kiosquero, en algún momento le pasará la cuenta o simplemente dejarán de venderle. Llegado el momento del reclamo, en la primera situación el hogar debería reducir parcialmente su consumo y pagar progresivamente su deuda; si el caso es el segundo, deberá afrontar un ajuste abrupto en el consumo hasta que pueda auto-generarse el ingreso suficiente para reanudar su patrón de gasto (que probablemente sea menor que el anterior).

Al mismo tiempo, la demora en el pago, o en el extremo el repudio de la deuda, generará problemas a su proveedor ya que se verá en la necesidad de hacer ajustes en sus gastos (léase, despidos de personal, pago de intereses con sus proveedores, reducción en su consumo).
Llegado este punto, algunas preguntas relevantes que se pueden plantear son: Qué beneficio causaría a un hogar que, llegado el momento de decidir entre distribuir la carga entre cancelación de deudas y ahorro (vale decir menor consumo), el Estado venga y le diga: “no se preocupe, aquí tiene una devolución de parte de sus impuestos”. La experiencia reciente de Estados Unidos es elocuente al respecto: los americanos se lo gastaron en electrónica o pagar alguna cuota atrasada de deuda y eso fue todo, la desaceleración económica llegó de todos modos.

Qué sucedería si, en cambio, el Estado dice: “gastaremos más para subsidiar la actividad económica así la gente no pierde sus trabajos”. Puesto en otros términos, mantener la deuda impaga y el nivel de consumo por más tiempo. Claramente, esto tampoco resuelve el problema sino que lo posterga para más adelante, cuando ya no solo los hogares tendrán que pagar, sino el Gobierno deberá cubrir sus obligaciones (al Estado también le “fían” los almaceneros, etc.).
En el mundo de hoy, el almacenero más importante es China. Entre tanto los planificadores chinos piensen que es una buena idea mantener un ahorro nacional entorno a dos quintas partes del ingreso del país, los norteamericanos podrían sostener su patrón de gasto.

No obstante, parece difícil que los más de mil quinientos millones de habitantes de China prefieran seguir comiendo arroz para que del otro lado del Pacífico se cambie el auto cada dos años, se renueve el celular cada año y se coma carne de forma diaria.

El mundo es un juego de suma cero. Si alguien gasta más de lo que su ingreso corriente le permite, es porque otro ahorra. Es mucho más poderoso el ahorro, pero mucho más destructivo el gasto. Esencialmente, no se puede vivir de prestado por mucho tiempo. Esto es algo que los economistas deberíamos saber desde hace mucho tiempo, más cuando cualquier ama de casa lo sabe bien.

La responsabilidad del Estado es velar por el bienestar de la población a lo largo del tiempo. Esto no es evitar pasar un mal momento porque en el pasado los líderes no supieron poner límites, sino por el contrario tener la madurez de explicar que se estaban haciendo mal las cosas, que se sufrirá un tiempo, pero que será en beneficio de un bienestar duradero.

Lamentablemente la política y la economía suelen enfrentar en un mismo momento decisiones contrapuestas, particularmente porque las crisis pierden elecciones, pero los auges no garantizan el triunfo (sobre los ciclos políticos de la economía también hay mucho escrito).

Hasta tanto no se comprenda de forma madura la interrelación entre lo político y lo económico, suma de lo cual genera el bienestar de la sociedad toda, el mundo seguirá pateando la pelota hacia delante, hasta que los almaceneros, los plomeros y los diarieros dejen de vender a cuenta, situación que parece hoy cada vez más probable.

2 comentarios:

Gisela dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gisela dijo...

Colega! qué alegría que te hayas sumado con esta gran iniciativa. leí con atención tus posteos y, como siempre, encontré claridad y pulcritud tecnica digna de vos. ME quedé pensando en el papel del estado que remarcás en el articulo. Creo que es una visión adecuada en tanto y en cuanto los gobernantes visualicen un horizonte de tiempo. Vos decís "La responsabilidad del Estado es velar por el bienestar de la población a lo largo del tiempo" Cdo no la tienen o ponderan cdo es sumamente incierta ¿cuales son sus incentivos? mi sensacion es q vivimos en un cortoplacismo q distorsiona por completo estos objetivos. Por otro lado, ¿la responsabilidad del estado es velar por el bienestar?...aca entro en un terreno de discusion politica y filosofica...es un tema lindo y espinoso que charlaremos largamente
Felicitaciones y éxitos!!