viernes, 24 de junio de 2011

Es economía o es política?

Los mercados internacionales están hoy movidos por la decisión de la Agencia Energética Internacional (una agrupación de países importadores de petróleo, esencialmente) de liberar al mercado 60 millones de barriles de petróleo, como mecanismo de reducir el precio de la energía.

Para ponerlo en perspectiva, es el equivalente a 16hs de consumo de petróleo en el mundo. Sin embargo, el impacto inicial es una baja en las estimaciones de precio que realizan los bancos de inversión (JPMorgan redujo en US$30 la proyección del Brent a 3 meses, mucho más significativo que los US$10 que bajó Goldman, aunque ahora coinciden en un precio cercano a US$100 el barril), y el mercado mostró alguna caída inicial con recuperación parcial posterior.

Pensemos en el caso argentino. La producción de maíz, por ejemplo, genera un saldo exportable de aproximadamente 15 millones de toneladas, que equivale a casi el 1,8% del consumo anual mundial de este cereal. De hecho, todo aumento en la producción de Argentina es mayor oferta exportable. Entonces, si se bajan los Derechos de Exportación como incentivo a la producción de maíz, los precios internacionales deberían bajar y todo el mundo sería beneficiado.

Sin embargo, en la reunión de Ministros de Agricultura del G20 que se realizó entre el 22 y 23 de junio en París, el representante argentino manifestó que el problema de precios no se debe a las restricciones a las exportaciones, y sostuvo “Nosotros planteamos que la causa del hambre del mundo es la pobreza y la injusta distribución de la riqueza”.

Sin entrar en la obviedad del comentario, sigue resultando difícil congeniar en los foros internacionales las necesidades de productores y consumidores, algo que el mercado se encargaría por sí solo de resolver, si los gobiernos no metieran sus manos.

Tanto los subsidios de los países desarrollados, como las restricciones a las exportaciones en los países productores son formas de generar precios para el comercio internacional superiores a los que podrían existir sin esas intervenciones.
Claramente, el problema es más de política (económica e internacional) que de teoría económica.

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